Nacimos para morir, pero vivimos
para ser felices.
No podemos olvidar lo bello de la
vida, las pequeñas cosas que nos hicieron felices, que se marchitaron hace
tiempo. Todo eso quedó lejos, esos besos que me diste, esas caricias que me derretían,
esas miradas que paraban mi mundo.
Mis pies me fallaron, no llegue
hasta el final, me quedé a las puertas de salida. No logré escapar de ti, de
tus mentiras. Ahora solo puedo llorar y hacer añicos los recuerdos, maldiciéndote
a cada segundo, deseando volver a estar juntos cada minuto.Estoy preso de los
recuerdos, estoy encarcelado por el dolor.
Nacimos para morir, pero no somos
capaces de ser felices.
Aún recuero el miedo en los ojos
de mi madre, sus manos temblando y su voz quebradiza. Cerró los ojos, inspiró y
tomó fuerzas. Mi hermana y yo estábamos sentados en la cama, ella buscó mi mano entre el vació y el dolor que se acumulaba en
aquella habitación, la agarró fuerte, haciéndome recordar que allí estaba ella,
cuidándome pasase lo que pasase, mientras mirábamos fijamente a mi madre. Yo miré a mi hermana, en sus ojos se
comenzaron a acumular lágrimas, después mire a mi madre, inspirando lentamente,
como si quisiera que el tiempo se detuviera y no tener que pasar así por el
dolor de decirnos aquella noticia.
Se
acercó lentamente a nosotros, y rompiendo a llorar dijo entre sollozo y
sollozo: Está muerto.
Yo
en aquel momento tenía 5 años, sentí el dolor de mi hermana y el miedo de mi
madre, sentí pena por las dos, por nosotros, era consciente de lo que había pasado,
pero en ese momento pensé que él aun así volvería con nosotros, y durante los siguientes 5 o 6 años no fui capaz
de darme cuenta realmente de aquella perdida. Para mí, ahora, lo normal es ver
a una familia en donde la figura paterna no está o simple mente nunca estuvo.
Se me hace raro pensar que hubiera pasado si ese día de verano mi padre no
hubiera cogido aquella estúpida moto.
Recuerdo
sentirme culpable por el dolor de todos, por el silencio de mi hermana y el
ausentismo de mi madre, que pocas veces se encontraba en el mundo real. Sentía un profundo odio
hacia mi mismo, por haber causado todo aquello y además por ser diferente a
todos los demás niños.
Ellos
me miraban raro, se reían de mí y me insultaban. Decían que no era igual que
ellos, que era un bicho raro, pero ellos jamás se pararon a preguntarme por qué
era así o simplemente a preguntárselo ellos mismos, solo me insultaban sin
motivo alguno, por pura ignorancia. Hasta cuando estaba con los pocos amigos
que tenía me sentía solo, aislado, sabía que nadie me iba a comprender y por
eso ni siquiera lo intentaba. Guardé mis sentimientos y mis pensamientos, los callé y los encerré en
lo más profundo de la oscuridad e intente obviarlos durante todos estos años.
Aquel dolor que me producía sentirme solo y diferente se fue disipando, al ver
aquella niña menuda y sonriente. Ella siempre había estado en mi clase, siempre
en las últimas filas, sin nadie con quien hablar, en el momento en el que la vi
pensé que ella me entendería y yo a ella, y que jamás por nada del mundo nos separaríamos.
Las semanas y después los meses se fueron sucediendo, y aquel dolor que me aprisionaba
fue desapareciendo, ahora al mirar atrás sentía el dolor, el vació y el terror,
volvía durante unos segundos a las tinieblas, pero sabía que ahora no estaría
jamás solo, que tendría alguien que me hiciera volver de la oscuridad.
En
casa todo continuaba parado, parecía como si desde la muerte de mi padre
alguien hubiera dado al “pause”. Mi
hermana continuaba encerrándose en la habitación, sola, a oscuras, llorando
desconsoladamente y deseando que hubiera muerto mi madre en vez de él. Mi madre
continuaba en el abismo, perdida, intentando volver a la normalidad, luchando
por nosotros, luchando contra el dolor que le producía levantarse día tras día
sola y seguir adelante sin nadie en quien apoyarse. Las quería tanto… eran mi
mundo y aún así para ellas, yo no era más que un estorbo del que cuidar. Se me
partía el alma cada vez que las escuchaba llorar por la noche, o cuando sus
ojos estaban tan vacios que no me atrevía ni a mirarlas, por miedo a
desaparecer en aquel vacío. Me rompía el corazón el ser incapaz de hacer que
todo mejorara, el sentirme un estorbo. Solo podía pensar que no merecía estar
allí y que si desapareciese todo sería mejor para ellas. Así que con menos de
12 años ya había pensado varias veces en la posibilidad de acabar con mi vida,
acabando así también con el dolor y el sufrimiento de ellas. Eran la única familia
que yo tenía, las únicas en las que fijarme en las que apoyarme, pero ellas no
estaban para mí, no por egoísmo si no porque ni siquiera podían ocuparse de sus
propias vidas. Mi hermana rellenaba cuadernos y cuadernos de dibujos y de
pensamientos tan duros y tan difíciles de soportar, que parecía imposible que
aún se mantuviera en pie. Mi madre, llenaba de lágrimas la almohada. Las ojeras
y las heridas en nuestra familia eran evidentes, pero aun así no tuvimos ningún
apoyo, tuvimos que salir adelante nosotros solos. Los años pasaron y poco a
poco nos fuimos uniendo más y más fuertes cada vez. Tuvimos que enjugarnos los
ojos después de años detrás de la cortina de lágrimas, tuvimos que ponernos de
pie y volver a la vida real. Pero lo
superamos, nos costó fuego y sangre salir adelante, pero aquí estamos, hoy por
hoy. Y sé que somos fuertes, y que si pudimos superar eso, podemos superar lo
que nos echen.
Y esta es
la verdadera historia que se esconde detrás de Dry
Siempre me hace recordar que tuve
que ser más fuerte, que tuve que echarle más valor, pero ya no hay vuelta
atrás, ahora solo hay tiempo para aprender de los errores. Las tardes sin luz
entristecen las almas, ningún pájaro en los árboles, ni una brizna de luz que
ilumine las caras entristecidas de la multitud bajo sus paraguas. Ni una chispa
de felicidad que nos cale hasta los huesos, en vez de la humedad de nuestras
propias lágrimas.
¡¡Para!!
Por favor,
para este dolor que rasga hasta el último aliento de mi vida. Ya no me quedan
casi fuerzas para un último grito pidiendo ayuda. Cada vez la luz se me escapa más y más y me es imposible volver por el camino de
vuelta. El rastro de dolor se fue difuminando, ya no se puede distinguir entre
tanta pena dentro de mí.
Por
favor, termina con esto, dame la fuerza suficiente para acabar ya de una vez
con tanta agonía. Todos sabíamos que esto iba a llegar algún día, pero lo que
no esperábamos es que fuera tan pronto, tan repentino. Así lo he elegido.
Triste, fugaz, a solas, como toda mi vida. A si es como elijo morir, pero…