sábado, 17 de noviembre de 2012

Born to die





Nacimos para morir, pero vivimos para ser felices.
No podemos olvidar lo bello de la vida, las pequeñas cosas que nos hicieron felices, que se marchitaron hace tiempo. Todo eso quedó lejos, esos besos que me diste, esas caricias que me derretían, esas miradas que paraban mi mundo.
Mis pies me fallaron, no llegue hasta el final, me quedé a las puertas de salida. No logré escapar de ti, de tus mentiras. Ahora solo puedo llorar y hacer añicos los recuerdos, maldiciéndote a cada segundo, deseando volver a estar juntos cada minuto.Estoy preso de los recuerdos, estoy encarcelado por el dolor.
Nacimos para morir, pero no somos capaces de ser felices.



domingo, 11 de noviembre de 2012

La verdad que se esconde detrás de Dry




Aún recuero el miedo en los ojos de mi madre, sus manos temblando y su voz quebradiza. Cerró los ojos, inspiró y tomó fuerzas. Mi hermana y yo estábamos sentados en la cama, ella buscó mi mano entre el vació y el dolor que se acumulaba en aquella habitación, la agarró fuerte, haciéndome recordar que allí estaba ella, cuidándome pasase lo que pasase, mientras mirábamos fijamente a mi madre. Yo miré a mi hermana, en sus ojos se comenzaron a acumular lágrimas, después mire a mi madre, inspirando lentamente, como si quisiera que el tiempo se detuviera y no tener que pasar así por el dolor de decirnos aquella noticia.
                Se acercó lentamente a nosotros, y rompiendo a llorar dijo entre sollozo y sollozo: Está muerto.
                Yo en aquel momento tenía 5 años, sentí el dolor de mi hermana y el miedo de mi madre, sentí pena por las dos, por nosotros, era consciente de lo que había pasado, pero en ese momento pensé que él aun así volvería con nosotros,  y durante los siguientes 5 o 6 años no fui capaz de darme cuenta realmente de aquella perdida. Para mí, ahora, lo normal es ver a una familia en donde la figura paterna no está o simple mente nunca estuvo. Se me hace raro pensar que hubiera pasado si ese día de verano mi padre no hubiera cogido aquella estúpida moto.
                Recuerdo sentirme culpable por el dolor de todos, por el silencio de mi hermana y el ausentismo de mi madre, que pocas veces se encontraba  en el mundo real. Sentía un profundo odio hacia mi mismo, por haber causado todo aquello y además por ser diferente a todos los demás niños.
                Ellos me miraban raro, se reían de mí y me insultaban. Decían que no era igual que ellos, que era un bicho raro, pero ellos jamás se pararon a preguntarme por qué era así o simplemente a preguntárselo ellos mismos, solo me insultaban sin motivo alguno, por pura ignorancia. Hasta cuando estaba con los pocos amigos que tenía me sentía solo, aislado, sabía que nadie me iba a comprender y por eso ni siquiera lo intentaba. Guardé mis sentimientos  y mis pensamientos, los callé y los encerré en lo más profundo de la oscuridad e intente obviarlos durante todos estos años. Aquel dolor que me producía sentirme solo y diferente se fue disipando, al ver aquella niña menuda y sonriente. Ella siempre había estado en mi clase, siempre en las últimas filas, sin nadie con quien hablar, en el momento en el que la vi pensé que ella me entendería y yo a ella, y que jamás por nada del mundo nos separaríamos. Las semanas y después los meses se fueron sucediendo, y aquel dolor que me aprisionaba fue desapareciendo, ahora al mirar atrás sentía el dolor, el vació y el terror, volvía durante unos segundos a las tinieblas, pero sabía que ahora no estaría jamás solo, que tendría alguien que me hiciera volver de la oscuridad.
                En casa todo continuaba parado, parecía como si desde la muerte de mi padre alguien hubiera dado al “pause”. Mi hermana continuaba encerrándose en la habitación, sola, a oscuras, llorando desconsoladamente y deseando que hubiera muerto mi madre en vez de él. Mi madre continuaba en el abismo, perdida, intentando volver a la normalidad, luchando por nosotros, luchando contra el dolor que le producía levantarse día tras día sola y seguir adelante sin nadie en quien apoyarse. Las quería tanto… eran mi mundo y aún así para ellas, yo no era más que un estorbo del que cuidar. Se me partía el alma cada vez que las escuchaba llorar por la noche, o cuando sus ojos estaban tan vacios que no me atrevía ni a mirarlas, por miedo a desaparecer en aquel vacío. Me rompía el corazón el ser incapaz de hacer que todo mejorara, el sentirme un estorbo. Solo podía pensar que no merecía estar allí y que si desapareciese todo sería mejor para ellas. Así que con menos de 12 años ya había pensado varias veces en la posibilidad de acabar con mi vida, acabando así también con el dolor y el sufrimiento de ellas. Eran la única familia que yo tenía, las únicas en las que fijarme en las que apoyarme, pero ellas no estaban para mí, no por egoísmo si no porque ni siquiera podían ocuparse de sus propias vidas. Mi hermana rellenaba cuadernos y cuadernos de dibujos y de pensamientos tan duros y tan difíciles de soportar, que parecía imposible que aún se mantuviera en pie. Mi madre, llenaba de lágrimas la almohada. Las ojeras y las heridas en nuestra familia eran evidentes, pero aun así no tuvimos ningún apoyo, tuvimos que salir adelante nosotros solos. Los años pasaron y poco a poco nos fuimos uniendo más y más fuertes cada vez. Tuvimos que enjugarnos los ojos después de años detrás de la cortina de lágrimas, tuvimos que ponernos de pie y volver a la vida real.  Pero lo superamos, nos costó fuego y sangre salir adelante, pero aquí estamos, hoy por hoy. Y sé que somos fuertes, y que si pudimos superar eso, podemos superar lo que nos echen.
Y esta es la verdadera historia que se esconde detrás de Dry

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tardes de otoño.


Siempre me hace recordar que tuve que ser más fuerte, que tuve que echarle más valor, pero ya no hay vuelta atrás, ahora solo hay tiempo para aprender de los errores. Las tardes sin luz entristecen las almas, ningún pájaro en los árboles, ni una brizna de luz que ilumine las caras entristecidas de la multitud bajo sus paraguas. Ni una chispa de felicidad que nos cale hasta los huesos, en vez de la humedad de nuestras propias lágrimas.



¡¡Para!!

                Por favor, para este dolor que rasga hasta el último aliento de mi vida. Ya no me quedan casi fuerzas para un último grito pidiendo ayuda. Cada vez la luz  se me escapa más y más y  me es imposible volver por el camino de vuelta. El rastro de dolor se fue difuminando, ya no se puede distinguir entre tanta pena dentro de mí.
                Por favor, termina con esto, dame la fuerza suficiente para acabar ya de una vez con tanta agonía. Todos sabíamos que esto iba a llegar algún día, pero lo que no esperábamos es que fuera tan pronto, tan repentino. Así lo he elegido. Triste, fugaz, a solas, como toda mi vida. A si es como elijo morir, pero…


¡ Hoy no!


Seguiré luchando un día más.