viernes, 2 de noviembre de 2012

Tardes de otoño.


Siempre me hace recordar que tuve que ser más fuerte, que tuve que echarle más valor, pero ya no hay vuelta atrás, ahora solo hay tiempo para aprender de los errores. Las tardes sin luz entristecen las almas, ningún pájaro en los árboles, ni una brizna de luz que ilumine las caras entristecidas de la multitud bajo sus paraguas. Ni una chispa de felicidad que nos cale hasta los huesos, en vez de la humedad de nuestras propias lágrimas.



¡¡Para!!

                Por favor, para este dolor que rasga hasta el último aliento de mi vida. Ya no me quedan casi fuerzas para un último grito pidiendo ayuda. Cada vez la luz  se me escapa más y más y  me es imposible volver por el camino de vuelta. El rastro de dolor se fue difuminando, ya no se puede distinguir entre tanta pena dentro de mí.
                Por favor, termina con esto, dame la fuerza suficiente para acabar ya de una vez con tanta agonía. Todos sabíamos que esto iba a llegar algún día, pero lo que no esperábamos es que fuera tan pronto, tan repentino. Así lo he elegido. Triste, fugaz, a solas, como toda mi vida. A si es como elijo morir, pero…


¡ Hoy no!


Seguiré luchando un día más.





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